María Adela Kuhfeldt Rivera, hija de padre alemán y madre peruana, se hacía pasar por diseñadora de joyas pero en realidad era una espía rusa del más alto nivel que llevaba años en activo sin que la descubrieran.
Era una de esas personas que hace sentir bien a todos en un cocktail. Había viajado por el mundo entero mostrando su exquisita colección de joyas. Ese encanto natural le abrió las puertas de la alta sociedad de Nápoles (Italia), donde comenzó a tejer relaciones con miembros de la base de la OTAN y personal militar de Estados Unidos.
El medio digital Bellingcat ha sido el que ha revelado la historia de esta mujer de 30 años que tenía un cubierto asegurado en las cenas italianas más refinadas.
Resulta que los periodistas le siguieron la pista a los números de pasaporte de dos agentes encubiertos que envenenaron en Inglaterra a un exespía ruso que los había traicionado. El pasaporte de María Kuhfeldt Rivera tenía una numeración consecutiva al de ellos dos. Era la prueba de que Rivera trabaja para la GRU, la agencia militar de Rusia.
Los agentes rusos tienen una división especializada en crear espías con apariencia de extranjeros, sin ninguna característica que les lleve a pensar que en realidad son rusos. Rivera encajaba muy bien en ese perfil.
Vivió en Roma, Malta y París, hasta que llegó a Nápoles. Allí abrió una boutique llamada Serein. Rápido se hizo un hueco en la vida social napolitana. Presidía la filial local del Club de Leones, lo que le abrió los salones de la gente más distinguida de la ciudad. En esos ambientes se relacionó con personal de la OTAN. Es más, uno de estos burócratas mantuvo una relación sentimental con ella.
Tras la revelación de Bellingcat, poco más se supo de Rivera. Voló al día siguiente a Moscú. A partir de ahí se pierde su rastro.
Rivera aseguraba haber nacido en Callao, una región contigua a Lima con el principal puerto del país. De niña acompañó a su madre a Moscú. Allí, explica Bellingcat, la madre recibió un mensaje de urgencia para que regresara a Perú y dejó a su hija al cuidado de una familia soviética. Nunca regresó. Sobre su padre adoptivo decía que había abusado de ella. Eso explicaba que no quisiera volver a Rusia.
En 2005 Rusia tramitó los papeles en el registro civil de Lima para solicitar una ciudadanía peruana para Rivera. Sus abogados dijeron que contaba con una partida de nacimiento registrada en el Callao el 1 de septiembre de 1978. Los funcionarios peruanos descubrieron que se trataba de un engaño y dejaron el caso en manos de la Fiscalía. Rusia, sin embargo, siguió con sus planes y le emitió un pasaporte ruso.
Rivera, o comoquiera que se llame, volverá a aparecer en unos años, en otro lugar, bajo otra identidad, con otra apariencia, cargando un pasado distinto. Moraleja: nunca sabemos a quién tenemos enfrente.